Para cuidar la salud bucal hay que mirar a la persona en su totalidad. Hay que tener en cuenta la historia y las emociones de cada paciente.
Lo bonito de nuestra profesión es que día a día vamos aprendiendo junto a nuestros pacientes, hasta finalmente llegar a casos que ratifican esta afirmación. Las emociones y vivencias afectan a la salud bucal de las personas.
Hace unos días vino a la consulta una mujer joven, de unos 20 años, para su revisión dental bienal. Presenta una boca cuidada y mantenida con ligeros depósitos de sarro sin inflamación, ni sangrado de las encías y sin afectación ósea. De esta forma, planeamos una cita con la higienista para la correspondiente limpieza dental. En ocasiones anteriores ya habíamos hablado de su higiene alimentaria y de sus hábitos diarios.
Experiencias de vida con periodos de poco autocuidado y conductas/emociones autodestructivas.
Sus hábitos alimentarios son bastante malos, saltándose comidas e incluso pasando días enteros sin comer. Abusa de café y los alimentos que ingiere son poco nutritivos. Lleva una dieta escasa en vegetales y fruta y en alimentos frescos y la comida que consume es mayoritariamente envasada. Cuidamos mucho este aspecto en nuestros pacientes puesto que una buena alimentación es la base para un buen sistema inmunitario y buen funcionamiento del organismo. Así que, repasamos con ella las bases de una buena higiene alimentaria y dimos pautas.
Apareció en la consulta de urgencia 2 semanas después, con dolor agudo, incapacitante, lacerante constante en la boca y sangrado abundante de las encías acompañado de mal olor de boca. Está tomando analgésicos-antinflamatorios y no nota ninguna mejoría. Está bastante asustada por el dolor y tiene miedo a perder sus dientes. Luego nos cuenta que ha estado ingresada en el hospital por dolor abdominal. Sigue con sus malos hábitos alimentarios y tiene mucho estrés en su vida.
En la exploración oral encontramos con encías muy inflamadas, sangrantes y necrosadas lo que produce el mal olor. El diagnóstico fue de gingivitis ulcero-necrotizante aguda. En esta condición, las encías se inflaman mucho primero, para después a necrosarse a nivel de las papilas interdentarias. Finalmente los dientes pierden parte de su soporte y se “descarnan”. Suele ser muy dolorosa. Se caracteriza por afectar principalmente a individuos jóvenes y los dientes que más se suelen ver afectados son los incisivos inferiores.
Sabemos que en este caso, la causa no es la placa dentaria, puesto que el detrartraje ya se había realizado y su higiene oral era buena.
El sistema inmunitario está deprimido debido al estrés y a la falta de autocuidado.
Pero la pregunta que nos hacemos es ¿por qué ha desarrollado esta enfermedad en concreto? ¿A qué corresponde una gingivitis ulcero-necrotizante aguda? Los dientes más afectados son siempre los incisivos inferiores, que son los dientes que expresan las emociones del “yo”, de quien soy realmente. La emoción asociada a esta enfermedad es una sensación de resignación específica y marcada frente a una impresión de imposible. El paciente tiene pensamientos negativos del tipo “no sirve de nada lo que yo hago, quien yo soy porque no va a cambiar nada, es imposible así que descarno los dientes que dice quien yo soy”. La pérdida de los dientes es aquí una búsqueda inconsciente de desencarnación.
Explicamos la relación del proceso emocional con el proceso físico a la paciente que lo asimiló perfectamente. Posteriormente negociamos pautas de autocuidado, buena higiene alimentaria y mental. Se realizó una sesión de terapia neural y prescribimos homeopatía para regular el dolor y la inflamación. Se recurrió también a las flores de Bach para tratar la emoción. La flor específica que trabaja con la resignación es Wild Rose y es de mucha utilidad en estos procesos. La paciente acudió a revisarse cuatro días después y se encontraba mucho mejor. Ya no presentaba dolor ni sangrado en las encías y había empezado a integrar los nuevos hábitos saludables en su día a día.
Este caso ejemplifica cómo un proceso físico tiene una conexión emocional subyacente que debe abordarse durante el proceso de curación y sanación.
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