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Existen opiniones muy contradictorias sobre los empastes de amalgama. Muchos defienden que dichos empastes no comportan riesgo alguno mientras que resultados de algunas investigaciones (1) demuestran que el mercurio que se encuentra en las amalgamas llega hasta los tejidos del cuerpo humano y causa daños. Estos estudios apuntan a una posible relación entre el mercurio y enfermedades crónicas como la candidiasis, la encefalomielitis miálgica e incluso el Alzheimer.

La amalgama se compone aproximadamente de un 52% de mercurio y el resto de cobre, estaño, plata y zinc. Estos cinco elementos afectan a todos los órganos vitales entre los que se encuentran los riñones, el hígado, el corazón y el sistema nervioso central e inmunológico. Muchos investigadores (2) han demostrado que los empastes de amalgama están continuamente desprendiendo vapores de mercurio sobre todo cuando se mastica chicle o se toman alimentos calientes o ácidos. Además de este mercurio evaporado de los dientes que se deposita en el organismo, el metal se oxida en la boca tras el contacto con el calor, la saliva, el flúor u otros empastes de oro.

Los cinco metales contenido en la amalgama se combinan dando lugar a distintos productos corrosivos que se extienden por el organismo.

Los dientes pueden funcionar como pequeñas pilas. El metal que se encuentra en los dientes puede formar campos eléctricos alrededor de ellos. Estas corrientes eléctricas pueden hacer que los dientes filtren el mercurio mediante la electrólisis, a partir del cual se produce una corriente eléctrica galvánica. Debido a esto algunos pacientes se quejan de un constante sabor metálico en la boca, que se agrava con la toma de líquidos calientes y comida salada.

Vale la pena recordar que estas corrientes generadas por las amalgamas se producen muy cerca del cerebro, que normalmente funciona con un potencial mucho más bajo.

Los efectos tóxicos del mercurio en el organismo están condicionados por la predisposición genética, el tiempo que la sustancia permanece en el cuerpo y otros factores. Después de diferentes estudios e investigaciones (3) se ha llegado a la conclusión de que la mayoría de los pacientes mejoraban o se curaban de sus dolencias al remplazar los empastes de amalgamas. Hay una mejoría en alergias y enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple o la esclerosis lateral amiotrófica. Esto es debido a que el mercurio de los empastes de amalgama parece influir en la disminución del número de linfocitos T. Siendo estos uno de los componentes más importantes del sistema inmunológico.

Los pacientes informaron de una mejoría o desaparición de sus problemas gastrointestinales, problemas urinarios, dolores de cabeza o síntomas de fatiga crónica tras el recambio de sus empastes de amalgama.

Existen pruebas de que estos empastes podrían afectar a la fertilidad produciendo desarreglos hormonales. También influirían en la aparición de candidiasis ya que el mercurio altera el metabolismo de las proteínas y la flora de los intestinos.

En los enfermos con Alzheimer seria interesante comprobar que no haya un aumento de mercurio y una disminución en los volúmenes de zinc y selenio (los cuales nos protegen del envenenamiento de metales pesados) en el cerebro.

Para finalizar, no todo el mundo necesita remplazar sus empastes metálicos por otros. Hay pruebas que determinan si estos contienen una cantidad de mercurio que puede ser dañina. Si se toma la decisión de cambiarlos es fundamental seguir los pasos adecuados.

 

(1) Investigaciones del departamento de medicina de la Universidad de Calgari en Alberta, Canadá.
(2) Dr. Jack Levenson, presidente de la Bristish Sicuett fir Mercury-Free Dentistry.
Dr. Hal Huggins, Estados Unidos.
Dr. Diana Echevarria, neurotoxicóloga de la Universidad de Washington.
Profesor R. Soremark, del Instituto Karolinska de Suecia.
Profesor J.V. Masi, del Western New England College de Springfield, Massachusetts.
Dr. Murray J. Vimy, Universidad de Calgary.
Profesor H. Vasden Apostian, director del Departamento de Biología Celular y Molecular de la Universidad de Arizona en Tucson.
(3) Dr. Hal Huggins, Universidad de Colorado.
Profesor Gustav Drasch, toxicólogo forense en Múnich.
Dr. Eggleston, de Estados Unidos.
Dr. William Markesbery y su equipo Universidad de Kentucky, en Lexington.
Dr. Boyd Haley.
Instituto de Investigación Dental de Praga.
Dr. Patrick Kingsley.
Instituto de Investigación Rocky Mountain.